Diciembre viene con luces, reuniones, compras, villancicos… y a veces con un revoltijo emocional que nadie muestra en las fotos.
Para muchas personas, la Navidad mezcla:
Expectativas altas (“tiene que ser especial”).
Recuerdos de quien falta.
Presión económica y familiar.
Si sientes que esta época te estresa más de lo que te alegra, no estás solo.
En estas semanas es común sentir:
El problema no es sentir todo eso. El problema es pretender que no pasa nada mientras te pasas de comida, bebida o actividades para no pensar.
En fiestas es fácil usar la mesa o el brindis como refugio:
La literatura sobre salud mental en Navidad muestra que muchas personas incrementan el consumo de alcohol y comida en estas fechas como forma de manejar el estrés, la soledad o el duelo.
No es cuestión de demonizar un trago o un postre: se trata de preguntarte para qué lo estás haciendo.
En vez de ir directo al “otra ronda”, pausa un segundo:
“¿Estoy celebrando o estoy tratando de no pensar?”
Ponerle nombre a la emoción (tristeza, enojo, miedo, soledad) ya baja la intensidad.
Hazte estas preguntas:
Está bien cambiar tradiciones si este año la vida es distinta.
Algunos tips sencillos:
Tu cuerpo también merece salir bien parado de las fiestas.
Puedes:
El descanso emocional también entra en el menú de diciembre.
Si notas que:
Hablar con alguien de confianza o con un profesional puede marcar una gran diferencia. No tienes que cargar todo solo.
En Armony solemos ver a las familias justo en el otro extremo: cuando una pérdida irrumpe y todo se mezcla (dolor, trámites, decisiones urgentes).
Si este diciembre te está mostrando lo frágil que puede ser la vida, quizá también sea el momento de preguntarte:
“¿Qué puedo hacer hoy para que mi familia viva con un poco más de tranquilidad mañana?”
Pensar en un plan exequial es parte de ese equilibrio: disfrutar el presente, sabiendo que el futuro no la encontrará a tu familia desprotegida.